miércoles, 3 de febrero de 2010

Ilumina mi oscuridad Iemanja

Ayer 2 de febrero, día de iemanja. Pensaron que lo iba a perder?? No way José!
Hubo un toque (María Paz) en la ciudad vieja. Si me preguntan que tal estuvo les diría que había magia en el aire. Linda gente, linda atmosfera, todo muy amigable, daikiris de ananá, reencuentro de amigos y las infaltables conversaciones con mi sobrina: “pero hasta hay libros de sexo… porqué es tan importante??”; esas cosas me cortan y mucho; “porque el sexo es algo muy natural (…) no para vos que tenés 7!” me nació el típico miedo y proteccionismo de madre. Cuestión, que lo disfruté.
Como ya dije era noche de iemanja, teníamos que ir si o si a la Ramírez (ayer me enteré donde quedaba). No voy a negar que se sentía otra energía, el tema es que le tengo mucho respeto a estas cosas y veía a la gente posesionarse entrando al agua poniéndose necios, con cánticos half africanos half brasileros, unas curas espirituales con sombreros, unas saludos en plan ghetto, velas enterradas en la arena (da un efecto alucinante), ofrendas de flores, perfumes, pop y bananas. Todo muy rico todo.
Lógico que es para un rato, no piensen q me entró el espíritu y me fui al mar con las flores y las barcas, así que nos fuimos al mambo. Sí mis queridos amigos, a el parque rodo. Si digo que no me dio miedo estaría mintiendo, venían a mi mente todos esos cuentos que nos hacían de chicos que una sombrilla se había volado, que la montaña rusa se había descarrilado, entre otros. Pero bueno, como dice mi gran amigo gordi, si estas en el baile… bailá! No me subía desde que tenia 12 años y todavía me acuerdo de la gente bailando en el medio. Literalmente me até a unos agarradores que vaya uno a saber quien los tocó antes. Empezó a sonar Machito Ponce con “Póntelo” (flashback total), ahí empecé a reir pero de los nervios, de la postura del cuerpo y de aquellas personas que se creen los amos por no estar agarrados en plan “mirame gila que yo no estoy atada y no tengo miedo”, por mis adentros anhelaba que se cayeran. Siguió la lambada, me llevó a lugares increíbles, viernes por la tarde en la oficina con una compañera llamada Julisa (su padre Julio y su madre Isabel ¿?) de origen brasilero tratando d mover esas patas de palo, cantándola con su voz de hombre. Me seguía riendo, y sigo.

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